SOLO DIOS PUEDE PERDONAR PECADOS
El Papa permite a los sacerdotes perdonar el pecado del aborto, pero porque motivo estas personas pueden perdonar pecados y se arrogan la capacidad de perdonar los pecados, prerrogativa que solo pertenece a Dios.
Vemos como Jesús perdona pecados, y así le recriminan los judíos, como puedes perdonar pecados, solo Dios puede perdonar pecados, Jesús les dice que es mas fácil decir tus pecados son perdonados o levántate y anda. Para que sepáis que el hijo del hombre tiene autoridad para perdonar pecados, a ti te digo levántate y anda.
La iglesia católica se arroga dicha capacidad para perdonar pecados, sobre la declaración de Pedro, a quien perdonareis los pecados en la tierra, le serán perdonados los pecados en el cielo.
Jesús en esta cita no se refiere a la capacidad de los hombres de perdonar de pecados sino a la predicación del reino de Dios.
Vemos la complejidad del antiguo testamento para el perdón de los pecados, principalmente basada en la santidad de Dios, el hombre no se podía acercar a Dios a causa de que el pecado hacia separación entre el hombre y Dios. El pecado del hombre le hacía intolerable la presencia del hombre delante de Dios, solo se podían acercar los sacerdotes descendientes de Aaron, y solo una vez al año.
Pero vemos que por la maldad y la perversión del magisterio Dios quita el sacerdocio en Aaron, instituyendo en figura el de Cristo.
Pero esto con mayor claridad lo dice un hombre de Dios, a quien el mismo Dios envió al sacerdote Elí, cuyo nombre, aunque se calla, no obstante, por su oficio y ministerio se deja entender que es profeta, porque dice la Escritura: «Y vino un hombre de Dios a Elí, y le dijo: Esto dice el Señor; yo me descubrí y manifesté a la casa de tu padre...
No hay testimonio igual a esta profecía, donde tan claramente se profetiza el cambio del antiguo sacerdocio sin que pueda decirse que se cumplió en Samuel.
Pues aunque es cierto que Samuel no era de otra tribu, sino de la que estaba señalada para el servicio del Señor en el santuario y en el altar, con todo, no era de la estirpe de los hijos de Aarón, cuya descendencia estaba designada para que de ella se escogiesen los sacerdotes; por lo cual podemos decir aquí que hubo una sombra y figura del mismo cambio que había de haber con la venida de Jesucristo.
Y la misma profecía en el hecho, no en las palabras, propiamente pertenecía al Viejo Testamento y figuradamente al Nuevo, significándose en el hecho lo que de palabra dijo el profeta al sacerdote Elí; porque después hallamos que hubo sacerdotes del linaje de Aarón como fueron Sadoch y Abiathar en tiempo de David, y después otros, antes que llegase el tiempo en que convenía que sucediesen por medio de Jesucristo todas estas cosas que con tanta anticipación estaban profetizadas acerca de mudarse el sacerdocio.
¿Quién, al mirar con ojos fieles todo esto, no dirá que todo está ya cumplido? Ya no tienen los judíos tabernáculo ni templo alguno, ni altar ni sacrificio, y, por consiguiente, ningún sacerdote que, según la ley de Dios, fuese de la estirpe Y descendencia de Aarón; lo cual se refirió igualmente aquí, diciendo el profeta: «Esto dice el Señor Dios de Israel: Yo tenía determinado Que tu casa y la casa de tu padre anduviesen perpetuamente delante de mí; pero ahora, dice el Señor, no será así; sino que a los que me honraren los honraré, y a los que me despreciaren los despreciaré.»
Con decir la casa de su padre es claro, que se refiere a aquel Aarón a quien primero instituyeron y ordenaron sacerdote, de cuya descendencia fuesen consecutivamente los demás, como lo manifiesta lo que dice arriba: «Me descubrí y manifesté, dice, a la casa de tu padre cuando estaba en la tierra de Egipto sirviendo en casa de Faraón, y entre todas las tribus y familias de Israel escogí la casa de tu padre para que me sirviese, en el sacerdocio» ¿Quién era el padre de éste, en la servidumbre de Egipto, que al ser librados de aquel insoportable yugo fue elevado al sacerdocio, sino Aarón?
De la descendencia de éste, dice en este lugar, que había de ser de la que no hubiese más sacerdotes; lo cual vemos ya verificado.
Abra los ojos la fe, que las cosas están bien próximas y palpables; ellas se ven y se tocan y ellas mismas se ofrecen a la vista, aun de los que no las quieren ver. «Mira, dice, que vendrá día en que extirparé y destruiré tu descendencia y la descendencia de la casa de tu padre, y no se verá jamás anciano alguno de los tuyos en mi casa, y extirparé de mi altar el varón de los tuyos para que desfallezcan sus ojos y se carcoma su espíritu.» Ved aquí que los días que señala aquella profecía ya han llegado; no hay ya sacerdote alguno, según el orden de Aarón.
Lo que sigue después propiamente pertenece a la casa de Elí, a quien se le presagiaban estos sucesos, «y los, que quedaren de tu casa morirán al golpe del cuchillo, y te servirá de señal lo que sucederá a tus dos hijos, Ophni y Finees, que morirán en un día». Este fue el signo dado de la mutación del sacerdocio de la casa de Elí, con el cual se nos significó que se había de mudar el sacerdocio de la casa de Aarón; porque la muerte de los hijos de aquél significó la muerte, no de los hombres, sino la del mismo sacerdocio en la familia de Aarón.
Pero lo que sigue luego pertenece a aquél sacerdote, cuya figura, sucediendo a éste, fue Samuel; y así, lo que continúa se dice de Jesucristo, verdadero sacerdote del Nuevo Testamento: «Y yo me proveeré de un sacerdote fiel que me servirá en todo conforme a mi corazón y voluntad, y le edificaré una casa fiel.»
Esta es la eterna y soberana Jerusalén, y «andará, dice, siempre en la presencia de mi Cristo», es decir, conversará y vivirá, como arriba insinuó, de la casa de Aarón: «Yo dije y tenía ideado que tu casa y la de tu padre anduviesen delante de mí para siempre.» Pero lo que dice andará en la presencia de mi Cristo, se debe entender de la misma casa y no del sacerdote, que es el mismo Cristo, mediador y salvador, así, pues, su casa caminará delante de él.
Lo que añade «y será así, que el que hubiere quedado de tu casa vendrá a adorarle», no se dice propiamente de la casa de Elí, sino de la de Aarón, de la cual, hasta la venida de Cristo, hubo hombres de cuyo linaje aun hasta el presente no faltan; porque de la casa de Elí ya había dicho arriba: «Y todos los que quedaren de tu casa morirán a cuchillo.»
¿Cómo pudo decirse aquí con verdad «y será así, que el que hubiere quedado de tu casa vendrá a adorarle», si es cierto que no ha de escapar nadie del rigor del cuchillo, sino porque quiso que se entendiese que pertenecen al linaje y descendencia, y no de cualquiera, sino de todo aquel sacerdocio, según el orden de Aarón?
Luego existen reliquias predestinadas, de quien dijo el otro profeta: «Que las reliquias se salvarán», conforme a lo cual, añade el Apóstol: «Así también ahora se salvan las reliquias, según la elección de la gracia», esto es, restan aún muchos judíos escogidos por la divina gracia que se salvan; pues muy bien se entiende que es de tales reliquias aquel de quien dice: «El que hubiere quedado de tu casa, sin duda que cree en Cristo»; como en tiempo de los apóstoles, muchos de la misma nación, y aun ahora no faltan, aunque muy raros, que crean, cumpliéndose en ellos lo que este hombre de Dios, prosiguiendo su vaticinio, añade: «Vendrá a adorarle por un óbolo de plata»; ¿a quién ha de adorar sino a aquel Sumo Sacerdote, que es también Dios?
Porque en aquel sacerdocio, según el orden de Aarón, no venían los hombres al templo o al altar de Dios a adorar al sacerdote.
¿Qué significa lo de un óbolo de plata sino la brevedad de la palabra de la fe, de quien refiere el Apóstol que dice la Escritura: «Que el Señor consumará y abreviará su palabra y doctrina en la tierra»? Y que por la plata se entiende la palabra o divina doctrina nos lo muestra el salmista donde dice: «Qué la palabra de Dios es palabra pura y casta, es plata, acendrada y acrisolada al fuego.»
Podriamos comparar la iglesia catolica con la descendencia corrupta de Elí que ha pervertido el sacerdocio, arrogandose prerrogativas que solo son de Dios. Y sabemos que al pueblo de Dios podemos dirigirnos como creyentes particulares, sin necesidad de sacerdotes corruptos e idolatras.
Y a este Pueblo llama el apóstol San Pedro «pueblo santo y sacerdocio real», tu sacrificio y no de tu sacerdocio, lo cual, sin embargo, significa el mismo pueblo cristiano.
MINISTERIO LA PALABRA DE EVANGÉLICOS DE CASTILLA
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