ANDEMOS POR EL ESPÍRITU
Por esto la exhortación «si vivimos en el espíritu, andemos también por el espíritu» equivale a: perseveremos en esto, y hagamos progresos en ello.
Y esto se logra si no permitimos que la poca firmeza de los débiles nos tiente a tratarlos con desdén y a mirar con complacencia nuestro propio comportamiento. Pues esto significaría apartarnos de la senda del espíritu, hallar placer en nosotros mismos, y dejar de servir por amor los unos a los otros.
Así hay también hoy día un elevado número de débiles, aun entre los más eruditos, que sufren indecibles tormentos en su conciencia a causa de leyes dictadas por hombres, y no se atreven a confiar en la sola fe en Cristo.
Y los jovenzuelos y hombres afeminados que ejercen el dominio de la iglesia no tienen consideración alguna con nuestras debilidades, sino que con intemperada violencia nos sirven la masa enorme e informe de sus opiniones, con el único fin de hacer aún más estable su gobierno tiránico.
Si no respondes al instante como ellos quisieran, te dicen: «Esto es prueba de que tú eres un hereje, un pagano, un cismático».
«Bien, se escribe mucho del lobby gay. Todavía no he encontrado quién me enseñe un carnet de identidad que diga “gay” en el Vaticano. Dicen que los hay. Creo que cuando uno se encuentra con una persona así, debe distinguir el hecho de ser una persona gay, del hecho de hacer un lobby, porque ningún lobby es bueno. Son malos. Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo de la Iglesia Católica explica esto de una manera muy hermosa; dice… Un momento, cómo se dice… y dice: “No se debe marginar a estas personas por eso, deben ser integradas en la sociedad”. El problema no es tener esta tendencia; no, debemos ser hermanos, porque éste es uno, pero si hay otro, otro. El problema es hacer el lobby de esta tendencia: lobby de avaros, lobby de políticos, lobby de los masones, tantos lobby. Éste es el problema más grave para mí» (Francisco).
Andemos. El apóstol usa aquí el mismo verbo (óíóôïé÷åú) que había empleado en el capitulo 4 (v.25) al decir que «el Sinaí está conectado (óíóôïé÷åú) con Jerusalén, etc.», de modo que el sentido de aquella frase es:
«El Sinaí es un monte en Arabia que está conectado con Jerusalén, o sea, que se extiende hasta, que va, que avanza hasta Jerusalén», como dijimos al comentar aquel pasaje; y la misma expresión aparece también más adelante (6:16, Vulg.):
«todos los que siguieren (óôïé÷Þóïíßí) esta regla», es decir, los que anduvieren, los que avanzaren en ella. Entonces, lo que este verbo quiere expresar, su significado propio, es: avanzar en orden, caminar por la senda recta, ir hacia adelante.
Así lo traduce Erasmo.2 Es muy adecuado empero el uso que el apóstol hace de este verbo en nuestro pasaje: los gálatas no deben apartarse ni a la izquierda ni a la derecha, sino avanzar en orden y en línea recta, y andar conforme al espíritu que habían recibido.
V. 26: No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.
Pablo expone aquí más ampliamente lo que ya había dicho antes. «Andaréis y avanzaréis por el camino correcto en el espíritu», declara, «si vosotros que sois fuertes no os llenáis de soberbia ante los débiles.
Si no os complacéis en vuestro propio modo de ser, si no miráis con desprecio a los débiles por el hecho de que no sean como vosotros, a la manera del fariseo aquel (Lc. 18:9 y sigtes.) que glorificó a Dios para realzar su propia gloriosa imagen, y envileció al publicano.
Pues si hacéis como éste, irritaréis a los más débiles y provocaréis su envidia con vuestra varia jactancia; y de este modo os hostigaréis recíprocamente, vosotros como provocadores, y ellos como envidiosos, y ni unos ni otros avanzaréis conforme al orden correcto del espíritu.
Además, ¿quién no es irritado hasta lo sumo por las más grandes de todas las ofensas (porque lo que hemos mencionado hasta ahora, son cosas que sólo afectan la existencia física)?
¡Con cuántas disposiciones se nos inunda respecto de robo, usura, herencias, testamentos, y respecto de toda suerte de reintegraciones, tanto cuestionables como reales, no importa que se trate de efectos pertenecientes al patrimonio de menores de edad o de gente pobre!
¡Y la remisión de pecados horrendos virtualmente nos la endilgan a la fuerza, ni qué hablar de su práctica de venderla con la mayor ligereza tanto a los que no la quieren como a los que la quieren - y todo esto so pretexto de erigir ese solo edificio muerto que es la basílica de San Pedro, o por otro motivo más fútil aún!
Admito: estas cosas hay que soportarlas; no se debe «envidiar» (cap. 5:26) ni «morder» (cap. 5:15).
Pero ¿quién nos dará huesos lo suficientemente robustos como para poder soportarlo? ¿O no está permitido lamentar nuestra debilidad? ¿No nos está permitido decir:
«Estas cosas hay que soportarlas, pero no somos capaces de hacerlo»? De ninguna manera se puede hablar de calumnia ni de envidia si al imponérseme una carga imposible de llevar, yo levanto mi voz para decir que me faltan las fuerzas para ello.
Además, estamos ocupados aquí en el estudio de las Sagradas Escrituras; si en esta tarea censuramos, «mordemos» y denunciamos estos abusos y otros similares, obramos correctamente y conforme a nuestro deber.
¿O por qué aquellos grandes señores, tan eruditos y tan inertes, de nosotros que soportemos esas cosas? ¿No seria mucho mejor que se lo exigieran también a si mismos, para no irritarnos, -máxime teniendo en cuenta que para ido «envidiarlos» nosotros a ellos, corresponde que en primer término ellos desistan de «irritarnos» a nosotros?
Además, como por la posición que ocupan, ellos están en mayor obligación para con el amor, tendrían que poner mucho más cuidado en no irritar, que nosotros en no envidiar.
Así, nosotros no seamos irritados por ellos ni ellos envidiados por nosotros. Y entonces, los que «debemos vivir en el espíritu», también podríamos «andar por el espíritu».
Ministerio de la Palabra
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